domingo, 22 de enero de 2017

CONSEJOS DE PATRONIO




Minutos antes de subirnos al barco en el que íbamos ha tener que navegar separados como ya os dije en mi anterior publicación, nos ofrecieron  otra opción para ir a los países de oriente pero en esta no iríamos separados ya que iríamos por tierra hasta Italia y luego cogeríamos un barco, pero esta tenía un gran inconveniente ya que era demasiado cara; tan cara que íbamos a estar en deuda con ellos durante varios meses por lo menos, a si que finalmente decidí pedirle consejo a un amigo que me había echo allí  durante los días que habíamos estado en valencia, estos habían sido tan intensos que David casi se había convertido en mi hermano.
 Entonces decidí plantearle mi problema para que me aconsejara, como ya muchas veces había echo antes;  ya que no quería que me separaran de mi familia,
 pero tampoco volver a confiar en otro traficante que  me pudiera timar, o gastarme todo ese dinero por ir por tierra; estaba echa un lio.
A si que David se sentó a mi lado y me conto esta historia que decía así:

En una villa vivía un hombre muy sabio que no tenía otra ocupación ni otro trabajo sino el de vender consejos. El mercader, cuando se enteró, fue a casa de aquel hombre tan sabio y le pidió que le vendiese uno de sus consejos. El sabio le preguntó de qué precio lo quería, pues según el precio así sería el consejo. El mercader le respondió que lo quería de un maravedí. El sabio cogió la moneda y le dijo al mercader:
»-Amigo, cuando alguien os invite a comer, si no sabéis qué platos vendrán después, hartaos del primero.
»El mercader le dijo que no le había vendido un consejo demasiado bueno, pero el sabio le contestó que tampoco él le había pagado por otro mejor. El mercader, entonces, le pidió que le diese un consejo que valiera una dobla, y se la dio. El sabio le aconsejó que, cuando se sintiera muy ofendido y quisiera hacer algo lleno de ira, no se apurase ni se dejara llevar por la cólera hasta conocer bien toda la verdad.
»El mercader pensó que, comprando tales consejos, podría perder cuantas doblas tenía, por lo que no quiso seguir escuchando al sabio, aunque retuvo el segundo consejo en lo más profundo de su corazón.
»Y sucedió que el mercader partió por mar a lejanas tierras y, al partir, estaba su mujer embarazada. Allí permaneció tanto tiempo, ocupado en sus negocios, que el pequeño nació y llegó a la edad de veinte años. La madre, que no tenía más hijos y daba por muerto a su marido, se consolaba con aquel hijo, al que quería mucho como hijo y llamaba «marido» por el amor que tenía a su padre. El joven comía y dormía siempre con ella, como cuando era un niño muy pequeño, y así vivía ella muy honestamente, aunque con mucha pena, pues no le llegaban noticias de su marido.
»El mercader consiguió vender todas sus mercancías y volvió con una gran fortuna. Cuando llegó al puerto de la ciudad donde vivía, no dijo nada a nadie, se dirigió a su casa y se escondió para ver lo que pasaba.
»Hacia el mediodía, volvió a casa el hijo de aquella buena mujer y su madre le preguntó:
»-Dime, marido, ¿de dónde vienes?
»El mercader, que oyó a su mujer llamar marido a aquel mancebo, sintió gran pesar, pues creía que estaba casada con él o, en todo caso, amancebada, porque el hombre era muy joven, y esto le pareció al mercader una horrible ofensa.
»Pensó matarlos, pero, acordándose del consejo que le había costado una dobla, no se dejó llevar por la ira.
»Al atardecer se pusieron a comer. Cuando el mercader los vio así juntos, aún tuvo mayores deseos de matarlos, pero por el consejo que vos sabéis, no se dejó llevar por la cólera.
»Mas, al llegar la noche y verlos acostados en la misma cama, no pudo más, y se dirigió hacia ellos para matarlos. Pero, acordándose de aquel consejo, aunque estaba muy furioso, no hizo nada. Y antes de apagar la candela, empezó la madre a decirle al hijo, entre grandes lloros:
»-¡Ay, marido mío! Me han dicho que hoy ha llegado una nave de las tierras a las que fue vuestro padre. Por el amor de Dios os pido que vayáis al puerto mañana por la mañana muy pronto, y quiera Dios que puedan daros noticias suyas.
»Cuando el mercader oyó decir esto a su esposa, acordándose de que, al partir él, ella estaba encinta, comprendió que aquel joven era su hijo.
»Y no os maravilléis si os digo que el mercader se alegró mucho y dio gracias a Dios por evitar que los matara, como había querido hacer, lo que habría sido una horrible desgracia para él. También os digo que dio por bien gastada la dobla que el consejo le costó, pues siempre lo recordó y nunca actuó precipitadamente.

Después de escuchar esto lo pensé muy bien y decidí tomar la decisión de ir por mar en vez la de ir por tierra ya que esta había sido por la que habíamos apostado siempre. Esta historia me hizo pensar mucho  porque como ya muy bien sabía David, yo soy una chica muy impulsiva y esta historia me hizo recapacitar y tomar la decisión mas sensata ya que no me deje llevar por lo que sentía en  momento si  no que me calme y lo pensé mas detenidamente.

Llego la hora de subirnos al barco mi madre por un lado y mi hermano y yo por otro. El barco estaba bastante bien y cabíamos todos los que habíamos elegido esa ruta, no estábamos  muy apretados, el único inconveniente fue que al subirnos al barco nos quitaron toda la documentación por lo tanto lo que híbamos ha hacer iba a ser ilegal, por ello empecé ha  pensar  que había tomado una mala decisión y lo peor de todo, la gota que colmó el vaso, fue que después de haber pasado un viaje de lo mas alterado ya que estábamos muy nerviosos por lo que estábamos haciendo, nos desviamos del camino rumbo a Italia y al llegar allí nos mandaron a todos a un Centro de Detención de Inmigrantes Ilegales de forma preventiva. Esto cada vez iba a pero.

1 comentario:

  1. De nuevo, cuidado con "ha" y con dejar sin escribir palabras por abreviarlas "ya q iríamo" (eso solo en redes sociales).

    Cuidado con las haches: "híbamos ha hacer iba a ser ilegal, por ello empecé ha pensar"

    También cuidado con no revisar bien lo que escribes:

    "Esto cada vez iba de mal en pero."

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